En la vida casi todo es susceptible de mejora, pero pedir más solidaridad a la sociedad española y que venga fomentada por la políticos…no sé. Más bien parece lo contrario, los españoles serían los que dan lecciones de solidaridad a sus gobernantes (sean los que sean). Si bien las listas que realizan los organismos oficiales la mayoría de las veces, responden a objetivos diferentes a reflejar la realidad, según la lista hecha por la OCDE sobre los países más solidarios, España a pesar de la situación económica pasada, – se verá si mantiene esa actitud con lo que se avecine en el futuro-, ocupa el puesto 21 del mundo.
La proliferación de agrupaciones religiosas o laicas para canalizar esa solidaridad ha sido un ejemplo, y en muchos casos, la sociedad civil ha dado una lección para responder a problemas reales ante la incapacidad de sus políticos, tanto a los de Bruselas, como de la Moncloa, o de sus Comunidades Autónomas o Locales, respectivas. Parece que el gen de la solidaridad está en nuestro ADN. Hace unos meses veíamos en las noticias el arresto por la policía turca, de los voluntarios de la ONG de Socorristas que van a la isla de Lesbos a intentar salvar a las personas que caen al mar, de las lanchas desbordadas. Estos voluntarios comenzaron pagando los viajes con sus ahorros, ahora reciben alguna ayuda procedente de las donaciones de otros particulares.
En Francia, por ejemplo, se ha llegado incluso a un caso de solidaridad hastiada ante la pasividad de sus gobernantes, se trata de la ciudad de Calais. En 2002 el entonces ministro del interior Nicolas Sarkozy cerró, -tras tres años en funcionamiento-, el centro de acogida de Sangatte para albergar a los refugiados de la guerra de Kosovo. Repartió a los refugiados allí existentes (dos terceras partes se instalaban en el Reino Unido y la tercera parte podía pedir asilo en Francia), pero los refugiados no han dejado de llegar desde entonces procedentes, sobre todo, de Siria, Afganistán, Irak, Sudán del Sur, y Eritrea.
Se asentaban en los bosques y la ciudadanía se volcó en darles ayuda. Lo que no imaginaban es que iban a ser tantos, que no podrían darles toda la cobertura necesaria para subsistir y acabarían sufriendo robos procedentes de quienes antes ellos alimentaban. En enero de este año se abrió un nuevo campo denominado…” humanitario”, que alberga a 1.500 personas, con preferencia mujeres y niños, pero en la jungle (como llaman los lugareños a los asentamientos en los bosques), hay 4.000 personas identificadas.
Por otro lado, la terminología es mágica, ahora se habla de acoger “refugiados”, ya no se habla de inmigrantes. Sin embargo, antes de la guerra de Siria, han llegado a nuestra Europa miles de personas que huían o de conflictos armados,- como los existentes en Somalia, Chad, Colombia-, o lo hacían por cualquier otra de las razones recogidas en el artículo 1 de la Convención de Ginebra de 1951, pero a ellos, se les llamaba inmigrantes.
Al punto que está llegando la situación de la crisis migratoria, de refugiados, como se quiera llamar, sería de agradecer, especialmente por los directamente afectados, que se adoptaran por nuestros gobernantes, de una vez, medidas adecuadas. El tráfico de personas a pesar de ser un delito, no sólo no se persigue, sino que se ha convertido en el segundo negocio más lucrativo del mundo, tras el tráfico de armas, al menos, eso dice Europol. Las soluciones no son sencillas, pero el repetir errores tampoco parece que vaya a ayudar a la situación.
A nivel internacional, la firma del Acuerdo de la Unión Europea con Marruecos el año pasado, por el que a cambio de realizar una labor de retención de flujo de personas, sin importar el medio para conseguirlo, recibe ayuda económica y apoyo político- comercial, parecería a simple vista, que ha sido útil… los medios de comunicación han dejado de hablar de esos refugiados, y ello a pesar de que siguen llegando a las costas canarias o andaluzas en sus pateras, si bien es cierto, en menor número.
Ahora se repite la historia con Turquía…
A nivel nacional, no estaría de más que nuestro Gobierno “recibiera” a alguno más, de los 87 “refugiados”, entre los más de 15.000 que le fueron asignados por la Unión Europea. El resto de países europeos no anda mucho mejor en las cifras de “recibimiento”, así que pocos visos de arrojar luz en este tema ofrecen los dirigentes actuales, y ello a pesar de la solidaridad demostrada en muchas ocasiones, por sus propios ciudadanos.
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Por: Yolanda Hdez
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